Llevo una semana comiendo huevos, a todo lo que da mi imaginación: en tortilla, fritos, revueltos. Parece que el personaje de Penélope, al que ya me referí en un post anterior, empieza a apoderarse de mí, así que me pongo calzado cómodo y me voy a hacer la visita obligada del barrio: el Mercado Maravillas.
Siempre me han fascinado los mercados, pero de todos los que he conocido, sin duda el Maravillas es el que más me cautiva. Realmente no sé si vengo a comprar o a perderme entre sus pasillos. Me paro a hablar con el pescadero, quien empieza a contarme que el mercado en el pasado fue un colegio. Como hay clientes que atender, quedo para otro día, en que me promete que me va a contar más anécdotas del mercado y me va a dar un libro sobre la historia de Tetuán.
Continúo mi recorrido. Compro fruta en un puesto donde sus simpáticos vendedores (me dicen que son 3 de Ecuador y Perú) posan para mí con una enorme sonrisa. Por último, a la salida descubro unos leggins ajustados de lentejuelas en un puesto de ropa brasileña. La mujer coqueta que llevo dentro se rinde a la tentación y saca la cartera del bolso. Clesi, su dueña, me cuenta lo fascinante que es su país y me invita a acompañarla en su próximo viaje.
No sé qué tiene el Maravillas que me transmite tanta energía. Uno siente al entrar que se desplaza a un tiempo en que la gente era más amable y se tomaba su tiempo para charlar y conocerse. Puede ser que la culpa la tengan la cantidad de bares y cafeterías situados estratégicamente entre los puestos y que invitan a tomarse un descanso. Hacer las compras diarias aquí se me antoja más un placer que una obligación.
Siempre me han fascinado los mercados, pero de todos los que he conocido, sin duda el Maravillas es el que más me cautiva. Realmente no sé si vengo a comprar o a perderme entre sus pasillos. Me paro a hablar con el pescadero, quien empieza a contarme que el mercado en el pasado fue un colegio. Como hay clientes que atender, quedo para otro día, en que me promete que me va a contar más anécdotas del mercado y me va a dar un libro sobre la historia de Tetuán.
Continúo mi recorrido. Compro fruta en un puesto donde sus simpáticos vendedores (me dicen que son 3 de Ecuador y Perú) posan para mí con una enorme sonrisa. Por último, a la salida descubro unos leggins ajustados de lentejuelas en un puesto de ropa brasileña. La mujer coqueta que llevo dentro se rinde a la tentación y saca la cartera del bolso. Clesi, su dueña, me cuenta lo fascinante que es su país y me invita a acompañarla en su próximo viaje.
No sé qué tiene el Maravillas que me transmite tanta energía. Uno siente al entrar que se desplaza a un tiempo en que la gente era más amable y se tomaba su tiempo para charlar y conocerse. Puede ser que la culpa la tengan la cantidad de bares y cafeterías situados estratégicamente entre los puestos y que invitan a tomarse un descanso. Hacer las compras diarias aquí se me antoja más un placer que una obligación.
Puesto de fruta en el Mercado Maravillas. Foto: BeaBurgos
4 comentarios:
Caramba Bea, muy buena foto.
Un saludo, tony. ;)
Gracias Tony!
Me alegra que te guste... Oye, en que andáis por Generación Asere? Voy a pasarme a ver, que hace mucho que os tengo perdidos...
Hola Bea,
por casualidad, encontré tu blog, Tetuan es mi barrio tambien, desde hace 2 años, este barrio me ha conquistado por las personas que comparten todos los dias su energia con nosotros.
Por casualidad, tambien son unos de mis favoritos del mercado, y para las frutas desde luego.
Me ha encantado este post y tu iniciativa, gracias por compartir con nosotros tu entusiasmo.
Emilie
Gracias Anónimo, En este blog descubrirás muchas entradas dedicadas a Tetuán, aunque la gran mayoría son del 2010 y 2011, porque a partir del 2012 me he volcado mucho en la creación de un periódico digital de Tetuán (Aquí Tetuán). Allí publico información diaria, historia y muchas novedades del barrio.
Un abrazo,
Bea
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