Lo primero que me dice es que no tiene mucho que decirme: tenía mucho trabajo en casa, conoce poco el barrio. Comienza describiéndome las calles de alrededor. Aquí un horno de pan; allí la lechería, donde llevabas tu recipiente y te daban leche fresquita; más allá, en lo que ahora es una nave industrial, "casas bajitas"; el lugar que ocupa hoy un edificio alto de 5 plantas era llamada "la corrala", donde vivían muchas familias hacinadas; las fuentes y el agua, omnipresente, a veces encharcando las calles y otras dándoles el servicio que a casa no siempre llegaba; más allá una calle que ya desapareció y por donde corría el viejo tranvía.
Benita me habla de la posguerra. Llegó de Valencia y se casó con un madrileño. Se instaló en el barrio de Tetuán en el 44. Habla de la pobreza, de ese "se hacía lo que se podía", de los niños corriendo por las calles. Me cuenta cómo las señoras sacaban las sillas a las puertas de sus casas y se ponían a coser ahí mismo, en la acera. Apenas había coches, dice, esto era un pueblo.
Se me ocurre que sería maravilloso colgar en este blog una foto antigua en que se viera cómo era esa vida antaño. Le pido que me enseñe fotos. Cámara no había, ni en el 44 y ni siquiera en los 70. Le doy gracias a Dios por la prodigiosa memoria de Benita, capaz de convertir el famoso dicho de "una imagen vale más que mil palabras" en una auténtica falacia.
Benita me enseña una foto de su bisnieta. Foto: BeaBurgos
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