24 ene 2010
La "lucha libre" vuelve al Price
Uno de los placeres más gratificantes de vivir en el barrio de Tetuán es escaparse de él por un rato. Por suerte es algo muy fácil de llevar a cabo: basta con tomar la línea 1 y te plantas en 15 minutos en el corazón de Madrid. Tienes tantas zonas para elegir: Bilbao, Malasaña, Gran Vía, Sol... Atocha. Allí me bajé ayer, con entrada en mano para el Circo Price (por cierto, para los que tengan dudas, se lee "Pri-ce", tal como suena en español, ese nombre inglés confunde).
Creo que más de uno se debió confundir también al ver el título "lucha libre" y esperaba encontrarse con músculos, sudor y vaselina. Desde luego, de todo esto hubo en el espectáculo, aunque la lucha en este caso había tomado forma de danza, de música y humor. He de reconocer que si no hubiera leído en la cartelera el nombre de mi admirado Igor Yebra (uf! el hombre más sexy de España, lo siento chicos!) y de Israel Galván, a quien he visto bailar en otras ocasiones, jamás me habría fijado siquiera en los carteles anunciadores del espectáculo. Sin embargo, para los amantes de la danza como yo, aviso, no es un espectáculo para todos los estómagos. Hay que acudir a él despojados de todo prejuicio o expectativa sobre el arte que uno tenga. Todo lo que sucede en ese escenario sorprende y más que arte es una aventura postmoderna, un experimento cercano al esperpento valleinclanesco, una interpretación, quizás, del rascuachismo chicano desde este lado del océano.
Abajo: Dolorosísima la actuación de Carles Santos. Mientras éste aporrea las teclas del piano, el contrapunto lo marcan dos trabajadores que, armados con mazas, golpean un piano hasta reducirlo a migajas. Desde luego, ver destrozar un piano no es para todos los gustos y yo lo siento, no puedo, me hizo pensar en la necesidad de crear una Asociación en Defensa de los Instrumentos de Cuerda y Viento (¿acaso no tienen alma también los instrumentos?)
Arriba: Sol Picó sobre sus zapatillas rojas fusionando ballet clásico, contemporáneo y flamenco, una grande. Igor Yebra, capaz de bajarse de las nubes de los grandes escenarios al ring populachero de los madriles. Una gran ovación para ambos. Y como no, Israel Galván con sus chicos de los 3000, cerrando el espectáculo con una dosis de rumba callejera y flamenco purista como solo los artistas más auténticos se pueden permitir.
Si habéis asistido, ¿qué os ha parecido el espectáculo?
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1 comentario:
Veo que sentimos lo mismo por el pobre piano! por no hablar de la polvareda que hicieron, suerte que no soy alérgico.
¿Fuimos todos invitados? menudas colas había para recoger las invitaciones, en la taquilla nadie :P
Saludos
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