Estreno de Les 7 doigts de la main en el Circo Price

El juego, la risa, los sueños, la obsesión son algunas de las dimensiones del alma humana que Les 7 doigts de la main reinterpretan desde el ángulo menos conocido de la psique: la locura. Es, en esencia, el espectáculo que el grupo canadiense trae estos días al ruedo del Teatro Circo Price. Once personajes víctimas de sus propios trastornos mentales recrean los elementos clásicos del circo: malabares, acróbatas, trapecistas, rueda alemana, cuerda aérea, mástil chino… cada uno de estos elementos va conjugando una metáfora de nuestras fobias, manías, miedos y delirios.


Es la segunda vez que vuelvo al Circo Price desde que escribo este blog (aquí puedes ver mi otra entrada sobre La lucha libre vuelve al Price) y confieso que es un espacio que me tiene totalmente enganchada. Dejando de lado el hecho de que la disposición en círculo crea un contacto especialmente cercano entre artistas y público, lo que me llama más la atención del Price es su capacidad para brindar espectáculos que no hacen más que superarse en calidad. Esta noche, y hasta el 18 de abril, podemos disfrutar de un espectáculo único en el que el circo, la danza y el humor abrazan con osadía a la psicología e incluso a la filosofía.


La función comienza baja en revoluciones, recorriendo el mundo de la depresión, los miedos y las obsesiones de la niñez, pero va ganando en intensidad a medida que se teje el juego de contrastes propio de la locura: la quietud del psicólogo frente al movimiento frenético de las mazas del malabarista, una terapia de grupo que deriva en una especie de enconada orgía, la manía persecutoria del equilibrista se transforma en una combinación de malabares con once artistas simultáneamente…


Abajo: La recreación del clásico lanzador de cuchillos en la personalidad de una niña juguetona que hace malabarismos con dos enormes dagas en un cumpleaños infantil. Atrevida, sí, y hasta diría vanguardista (en su sentido original, por el modo en que bucea en esa parte inexplorable de la psique) pero a mi modo de ver un poco escabrosa. Descolocaba al público.


Arriba: La metáfora del adicto bailando al unísono con la rueda alemana al son de una suave música en que se podían reconocer los tambores africanos. Es de una belleza plástica superba.


Debo añadir que el espectáculo Les 7 doigts de la main es uno de los más completos que he visto en mucho tiempo. ¿Qué más puede faltar? A ellos no lo sé, pero a mí me faltaban ojos para ver y manos para aplaudir.


Aquí os dejo un adelanto: